Este viernes viendo la copa del rey de baloncesto te das cuenta que solo un pequeño porcentaje de la población vive de competir. Profesionales que se dedican a ganar o perder, de entrenar y dedicar su vida a la gran competición. Sujetos que son héroes o villanos en momentos puntuales.
Realmente solo importa el que gana, el que llega primero o mete más puntos. ¿Quién se acuerda del tercer corredor de una final olímpica en 100 metros como la de Pekin 2008? Probablemente nadie que no sea un fanático de dicha especialidad. Walter Dix con un tiempo de 9’91 hizo 22 centésimas más que Usaint Bolt (¿quién no lo conoce?) que hizo récord del mundo con 9’69 (pulverizado por el mismo corredor en 2009, y actual récord del mundo). Cuantos corredores a lo largo de la historia han corrido por debajo de 9’91, probablemente no más de treinta, y sin embargo, es poco conocido. Sin embargo, la vida es más cruel que todo eso.
Realmente mi primera afirmación no es cierta, ¿quién puede decir que el resto de la población no compite? Y más con lo que esta cayendo. El día a día es una competición, sin embargo, creo que no sabemos competir porque realmente no estamos preparados para ello. Nuestros padres y abuelos han evolucionado de no tener nada o poco a la sociedad de bienestar. Mientras que nosotros estamos “evolucionando” de la sociedad del bienestar a tener muchas cosas que pagar (casa, coche, etc.) o mejor dicho que en el futuro probablemente no podamos pagar. Tenemos muchas más cosas que tenían ellos, tenemos más necesidades, más problemas, más… Pero tenemos muchas menos cosas que ellos, tiempo para compartir por ejemplo. Nuestro tiempo está dedicado a cosas que no somos nosotros ni lo nuestro. En un caso es en el trabajo y decir lo afortunados que somos por tenerlo, y en otro en buscar trabajo o compadecernos de no tenerlo.
Actualmente yo estoy buscando mi misma competición, mi reto es competir conmigo mismo. Correr un poco más rápido, unos kilómetros más, entrenar mejor, en cuidar más a mi gente, intentar comprender a los demás (es lo que actualmente más me cuesta) y en definitiva hacer las cosas mejor. No se si lo conseguiré, pero no dejare de intentarlo.
Esta es la final de Pekin.
Os presento al Walter Dix.
Para competir primero debe haber respeto, después saber perder y saber ganar