Actualmente seguimos teniendo presente en muchas empresas una a Sociedad Industrial, pero forman parte de la Sociedad del Conocimiento.
Algunos prototipos que tenían sentido entre los trabajadores de fábricas siguen usándose, sin modificarse, entre los trabajadores de oficina o personal de conocimiento.
Una evidencia es la obstinación que todos tenemos en considerar el factor tiempo como el elemento principal para medir nuestra productividad.
La palabra tiempo la tenemos presente en cualquier conversación y además la utilizamos como la excusa clásica que en algún momento todos hemos dado: “no he podido hacer… porque no he tenido tiempo” o “es que si tuviera tiempo lo hubiera hecho”.
Todos cometemos el error de valorar las personas que trabajan mucho, es decir, que trabajan muchas horas. Párate a pensar un momento ¿cuánta gente conoces que cuando quieren recalcar sus cualidades como mejor empleado mencionan “es yo soy muy trabajador” o “yo trabajo mucho”, pero ¿conoces a alguien que diga “soy muy productivo”?
El problema radica en que todavía hoy en día existen bastantes empresas en las que el presentismo – hasta que no se vaya el jefe no me voy – sigue siendo un valor que se cuida y promueve. Salir a las ocho o nueve de la tarde/noche, todos los días, se considera un modelo de medición de la productividad y de involucración con la empresa. Pero no se tiene en cuenta las pérdidas de tiempo que han tenido a lo largo del día, provocando la inefectividad de sus tareas, procesos y procedimientos.
Este tipo de conducta es lo que provoca el fenómeno denominado Workaholic –adicto al trabajo – habitualmente muchas empresas relacionan actividad con productividad y defienden a este tipo de empleados que se muestra como ejemplo ante los demás – frases del perfil “ hacer muchas cosas sin perder el tiempo”, “no puedo perder el tiempo” – esto es considerado como alta productividad, sin prestar atención a la efectividad del trabajo realizado, errores generados por una persona estresada de forma progresiva y, normalmente, más reactivo que proactivo.
Los paradigmas que continúan presentes en muchas mentalidades, están tan acomodados y compartidos en la sociedad que resulta imposible renunciar a la utopía de no pertenecer a ese grupo.
Nosotros, todos aquellos que pertenecemos a la Sociedad del Conocimiento tenemos que cambiar, ya que se trata de procesos mentales — no de trabajadores de fábrica — por este motivo no tiene sentido aplicar los estándares productivos de éstos.
La cantidad de valor añadido que podemos aportar a cada una de nuestras acciones es lo que va a medir nuestra productividad, y esto se incremente con nuestras capacidades de analizar, diseñar e innovar.
Creo que ha llegado el momento de plantear soluciones y estrategias para cambiar esta sociedad, para empezar el cambio debemos hacerlo nosotros primero y aportar nuestro granito de arena.
No te preguntes lo que tu país puede hacer por ti. Pregúntate lo que tú puedes hacer por tu país. (John F. Kennedy)
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